23 Feb Ejercicio y cáncer infantil
El ejercicio, ya sea organizado o no, tiene un impacto en las enfermedades crónicas. Más específicamente, en el cáncer infantil ayuda a un mejor manejo de los síntomas. El cáncer infantil se caracteriza por un crecimiento y división celular anormal, que causa una disfunción del sistema de tejidos y órganos, ya que las células cancerosas disfuncionales reemplazan a las células sanas y funcionales. El tratamiento incluye la extracción quirúrgica del tumor, radioterapia local o total, quimioterapia o una combinación de estos. La quimioterapia y la radioterapia son tratamientos citotóxicos no específicos que pueden tener efectos a largo plazo en la salud y la funcionalidad de los pacientes pediátricos, y uno de estos efectos es la reducción de la tolerancia al ejercicio (1).
La actividad física es un factor clave en el desarrollo infantil y parece mejorar las aptitudes cardiorrespiratorias, la fuerza y la capacidad de llevar a cabo con éxito actividades diarias en una amplia gama de enfermedades crónicas pediátricas (2). Al mismo tiempo, es alentador que más del 80 % de los niños que se enferman sobrevivan. Sin embargo, el tratamiento no es sin costo. Durante el tratamiento, los niños se enfrentan a náuseas, fatiga, patrones de sueño interrumpidos, dolor, ansiedad y depresión. Aún así, alrededor del 70 % de los niños que sobreviven al cáncer infantil desarrollan complicaciones en la edad adulta, incluyendo miocardiopatía, obesidad, resistencia a la insulina, estrés, osteoporosis y fatiga crónica (3). La disminución de la tolerancia al ejercicio promueve la interrupción de su condición aeróbica y anaeróbica, la reducción de la fuerza muscular y la interrupción de su coordinación neuromuscular, equilibrio y flexibilidad. Las complicaciones que persisten debido al tratamiento y afectan a la fisiología de los niños varían según el tipo de tratamiento y la dosis. Por ejemplo, la quimioterapia intravenosa y la radioterapia total causan inflamación sistémica y estrés oxidativo, donde es probable que dañen las células endoteliales vasculares y las células del músculo esquelético, interrumpan el transporte de oxígeno y el metabolismo aeróbico de los músculos esqueléticos durante la actividad física (1).
Promover la actividad física tanto en los niños con cáncer como en los supervivientes de cáncer es muy importante, ya que estos niños corren un mayor riesgo de desarrollar estilos de vida sedentarios y comorbilidades a lo largo de sus vidas (2). La revisión de la literatura hasta la fecha apoya que la participación temprana en los programas de ejercicio previene o reduce las consecuencias musculoesqueléticas graves (1, 2). Al mismo tiempo, parece que, a pesar de estos beneficios, la proporción de niños que hacen ejercicio tanto durante como después del tratamiento es baja en comparación con sus compañeros sanos (4).